jueves, 17 de marzo de 2016

¡SIN VOZ NO HAY PERIODISMO!

Es frecuente pensar que la censura está íntimamente ligada a los países que se encuentran en guerra, como es el caso de Siria. Sin embargo, a nivel general, el Informe anual de Reporteros sin Fronteras de 20151 refleja que un 64% de los periodistas asesinados se dieron en países que no estaban en confrontación bélica. En este caso, una de las principales causas de esto ha sido la amenaza generalizada del terrorismo del radicalismo islamista, que se ha dado sobre todo en Oriente Medio, Europa, África y Asia. Este Informe refleja que 2015 ha sido un año en el que el periodismo ha estado marcado por la amenaza de ISIS, una asechanza para toda la libertad de expresión e información, aunque no es esta la única causa de dicha situación.



Este Informe, para graduar de alguna manera el grado de libertad de expresión e información que existe atiende a varios criterios, como el número de periodistas muertos o periodistas encarcelados2. Por una parte, los países con más periodistas muertos han tenido durante el año 2015 son, en este orden, los siguientes: Irak (10), Francia (8), Sudán del Sur (6), Siria (6) y Yemen (5). En los casos de Irak y Siria, ambos son considerados por este informe como los más mortíferos y peligrosos para los profesionales de la información, y la principal causa es el azote del terrorismo yihadista, que no duda en decapitar periodistas, como fue el caso de Kenji Goto, para sembrar el terror en todo el mundo. En Irak estos terroristas se encuentran en una confrontación constante con el Gobierno, que actualmente está encabezado por Fuad Madum3; mientras que en Siria esta amenaza se une a una guerra que a día de hoy se ha alargado cinco años, entre el Gobierno de Al- Assad y la oposición. Debido a este terrorismo, numerosos periodistas han sufrido decapitaciones, defenestraciones y crucifixiones. Por ejemplo, el periodista estadounidense James Foley murió decapitado en Siria, en 2014, por el autodenominado Estado Islámico4. En el caso de Francia, el atentado terrorista de Charlie Hebdo fue la principal causa de estas muertes, pues murieron varios caricaturistas. Sin embargo no es esta la única causa, tal y como mencionábamos al principio. Otra de las principales causas es la propia inestabilidad interna y violencia de estos países. En el caso de Sudán del Sur está profundamente marcado por una guerra civil interna entre dos grupos étnicos distintos (los dinka y los nuer), unidos en un mismo país de acuerdo a los intereses coloniales europeos5, mientras que en Yemen tampoco existe una estabilidad: en Yemen la violencia de las milicias de hutíes-chiitas, que han secuestrado a numerosos periodistas y civiles, se une a los bombardeos de Arabia Saudí6.



Por otra parte, de acuerdo en el siguiente criterio (número de periodistas encarcelados), en total en 2015 se calcula que hubo 155. Los principales países con mayor número de periodistas encarcelados fueron: China (23), Egipto (22), Irán (16), Eritrea (15) y Uzbekistán (9). En los casos de China y Egipto, estos países se consideran, según el Informe al que nos estamos refiriendo, las mayores cárceles del mundo para los informadores, en los puestos primero y segundo, respectivamente. El caso de China es uno de los más significativos, pues es el mayor impulsor de tecnología pero a la vez el que más vigilancia y censura establece. La censura a la página web 64Tianwang, que se dedica a temas sociales, el encarcelamiento del periodista económico Wang Xiaolu o la extraditacion del caricaturista Jiang Yefei son solo algunos ejemplos de ello7. En Egipto hay un férreo control y censura sobre la prensa, dentro del régimen represivo de Al-Sissi, que utiliza estas herramientas en oposición de los Hermanos Musulmanes y del resto de oposición. De igual manera, en otros países como Irán (el tercer país del mundo con mayores periodistas encarcelados) y Arabia Saudí, el periodismo sufre la dura represión del Gobierno: el encarcelamiento, la pena de muerte o un castigo con latigazos son algunas de las respuestas ante cualquier postura de oposición contra el Gobierno, cualquier actitud laica, o incluso hacia cualquier tendencia dentro de su ideología que cuestione mínimamente algo de lo estipulado. Algo similar sucede en Eritrea, un país situado al este del continente africano, en donde el gobierno de Isaías Afewerki (presidente desde la década de los noventa del siglo pasado) penaliza cualquier oposición a su régimen. De hecho, según un artículo de El Diario que data de 20138, es difícil obtener información del país pues sus fronteras son prácticamente herméticas y no existen medios de comunicación privados, es decir, el Gobierno controla el monopolio de la información. Únicamente conocemos su situación por las oleadas de emigrantes que logran huir del país o por los testimonios de escasos periodistas, como Léonard Vincent. También en Uzbekistán, situado en Asia central, la situación es parecida: existe un régimen represivo encabezado por un presidente (Islom Karimov), que se encuentra en el cargo desde que este país consiguió la independencia en la década de 1990, y que ha conseguido concentrar el poder en su persona y en su partido político, así como monopolizar el mundo de la información nacional. Además, esto se une a la amenaza del terrorismo yihadista, pues este país es uno de los principales aliados de EEUU9.

            Por consiguiente, el Informe Anual de Periodistas sin fronteras recalca la amenaza que el terrorismo yihadista supone para la libertad de expresión e información, y, aunque esta enunciación es correcta, no se puede afirmar que sea la única causa. Es cierto que el terrorismo yihadista, como menciona el informe, tiene un concepto de periodistas independientes como `soldados enemigos´, pero conviene matizar que, aunque este sea uno de los terrorismos que más aliente la represión del periodismo, no es el único existente: no solo es terrorismo el grave atentado del 11-S, sino también es terrorismo el conjunto de bombardeos de EEUU y otros países a países orientales y africanos. Además, como hemos ido analizando en los diferentes casos explicados, el terrorismo y el conjunto de grupos radicales armados no es el único factor que contribuye a esta situación, sino que estos aspectos se aúnan a factores políticos, económicos y sociales. En definitiva, la concentración de poder en un régimen autoritario y dictatorial determina el control de toda una población y economía que se nutre de la censura y la violencia para afianzar esta posición, azotando con dureza la libertad de expresión e información, que en algunos países es inexistente (véase el caso de China). Por ejemplo, en México, el país más peligroso de su continente, la censura viene ligada a la propia corrupción del régimen, de las mafias y de los políticos locales. Por supuesto, para que toda una información salga a la luz en países tan represivos o en zonas en conflicto, es necesaria la labor de enviados especiales, corresponsales y periodistas independientes (free lances), que en muchos casos viven en primera persona situaciones muy duras, como puede ser una guerra o una crisis humanitaria. Por ejemplo, Antonio Pampliega es uno de estos free lance, que ha trabajado sobre todo en Siria y que, tras ser secuestrado allí, junto con sus compañeros, apenas hay noticias de ellos10.

Antonio Pampliega: “Mientras me quede aire volveré a narrar el horror de la guerra”

En este contexto, en algunos países las tecnologías juegan, en gran parte, un papel protagonista, que tiene un doble filo. Por un lado, pueden ser los monasterios que den cobijo y culto a la libertad de información y expresión. Por ejemplo, grandes redes sociales, como Facebook o Twitter, fueron fundamentales en la denominada Primavera Árabe, pues contribuyeron a la difusión de nuevas ideas democráticas a favor de la libertad, y a la organización de las manifestaciones que tuvieron lugar en algunos países. No obstante, por otro lado, pueden ser el cimiento de censura y control por parte del Gobierno, que puede localizar más fácilmente a los integrantes de este tipo de organizaciones, o a disidentes u opositores. De esta manera, países como China, Irán o Siria, destacan por su alto número de internautas encarcelados (84 en China, 19 en Irán y 17 en Siria, según el Informe anual de 2015 de RSF).




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